"Conozco a centenares de maridos que serían felices de volver al hogar
si no hubiese una esposa esperándoles. Quiten a las esposas del
matrimonio y no habrá ningún divorcio".
Groucho Marx.
Cuanta verdad encierra esa sentencia del genio de genios.
Pero, resentimientos aparte, algunos huimos de esa pantalla como de los bubones de la peste negra ya que no queremos que el juego se acabe. Al menos de momento, porque, de acabarse, un enorme abismo negro se abriría debajo de nuestros pies, y no lo digo por quedar bien, lo digo porque así son las cosas y así se las estoy contando.
En ocasiones es agotador ser el mismo hombre que sale con tu mujer como de novios donde estás suspirando por verte -o así debiera de ser- y el mismo hombre que se casó con ella y se puso la argolla de especie protegida el mismo día que ella, le recuerdo al mortal que se vaya a casar en breve que ese día la que se casa es ella... tú eres su mal necesario en ese día porque con alguien ha de celebrar el enlace y tu misión se reducirá a decirle lo guapa que está -en mi caso no me costó nada porque así era-, firmar lo que el oficiante te diga que firmes -sin rechistar ni poner peros- e irte preparando para el porvenir porque, a partir del día siguiente, comienza la eterna negociación que conlleva la vida en matrimonio, si no eres bipolar estás jodido macho, vete haciéndote con el manual del bipolar para dummies por la cuenta que te trae, haz caso o te va a doler la colleja cosa mala. Te lo juro por las bragas de Mafalda.
Todo esto es muy cierto, tan cierto como que mañana amanece otra vez, pero también
lo es que llevo casi dos décadas aprendiendo como los chimpancés de
Dian Fossey, a base de premio-castigo, o sea, unas
veces lo consigo siendo lo mejor de lo mejor y de lo mejor lo superior
ganándole la galletita a la prójima y otras -las más de ellas- me
estrello contra los acantilados de su perspicacia siendo brutalmente
golpeado con el vil látigo de la más absoluta, cruel y total
indiferencia por parte de la señora en cuestión, que la susodicha tenga
dos dedos de frente y una cabeza para algo más que para tintarse el pelo
es síntoma inequívoco de que tendrás lo que te mereces, pero, amigo
mío, ser marinero acuchillao -y yo lo soy tanto como el parqué- es lo que
tiene, al final acabas brillando y sales del lance triunfal cual
caballero orgulloso luciendo la prenda que tu dama te otorga... o eso
nos creemos algunos... o eso nos hace creer la que te dije... vete tú a
saber.
Mamá Tuna nos enseña -y paga como suele a sus grandes servidores- que hay que mimetizarse con el biotopo y en entornos hostiles -avisar al pardillo que el matrimonio puede llegar a serlo- procurar adoptar la táctica del camaleón, ser invisible, hacerte el tonto lo mejor que puedas y, en caso de matrimonio inminente, siempre -oye bien-, absolutamente siempre, procurar tener la última palabra -mano de santo en el negocio que nos ocupa-, son dos simples palabras, "Sí, cariño", conjugar correctamente esa conjunción afirmativa y ese adjetivo con la convicción necesaria es vital para un desarrollo de las cosas de forma adecuada y satisfactoria, hacer esto nos
da la lucidez justa para salir del trago con poco gasto de sutura;
repito que ser marinero acuchillao en los mares procelosos de la vida
ayuda lo suyo. Hacerlo, además, ataviado con los avíos propios del
Negro Mester hace que tu orgullo no sienta menoscabo alguno en ser un puto calzonazos, pues siempre
en peores plazas hemos toreado. Venir de esa escuela cuasi milenaria
es como llevar el sable láser de los Caballeros Jedi... la fuerza es
poderosa en ti y todo eso que tanto nos gusta a los frikazos de Star Wars, en este caso esa frase mágica te evitará muchos disgustos y mantendrá alejado al reverso tenebroso de tu esposa, puedes intentar hablar como Yoda p'a confundirla y tal... pero si estás casado con otra friki como tú ni lo intentes. Lo sé.
Cuanto daño han hecho determinadas lecturas en mis deterioradas sinapsis intentando huir de lo evidente; quizá sea el precio que hay que pagar por ser un asperger, pseudo-sadomasoquista y bipolar. Oye... cada uno tiene el desorden mental que le sale de los huevos ... ¿O no?... pues eso. Eso también te digo, lo de sentir cada noche su respiración tranquila a tu lado no tiene precio... de momento; trataremos que siga así la cosa, tengo un sofá cojonudo, pero es mejor mi colchón; yo tengo mucha suerte de que me deje hacerlo -repito que de momento- una noche tras otra junto a ella desde hace casi cuatro quinquenios ¿Como dijo Gardel? ¡Ah sí!: "... Que veinte años no es nada". La verdad es que no... no lo son.
Al final de eso se trata en uno de los juegos de la vida más apasionantes que hay, tratar de anochar siempre con la misma casada. Sí hombre... acaba teniendo su aquel, y si encima piensas en que le estas poniendo los cuernos a su marido -cada vez que haces con ella el uso de la coyunda y tal- eso ya es el acabóse, pero claro, para eso hay que estar muuuy jodido de los tiros, tan jodido como yo. Claro que con ser bipolar tienes bastante, en serio, te evitarás disgustos.
Cuanto daño han hecho determinadas lecturas en mis deterioradas sinapsis intentando huir de lo evidente; quizá sea el precio que hay que pagar por ser un asperger, pseudo-sadomasoquista y bipolar. Oye... cada uno tiene el desorden mental que le sale de los huevos ... ¿O no?... pues eso. Eso también te digo, lo de sentir cada noche su respiración tranquila a tu lado no tiene precio... de momento; trataremos que siga así la cosa, tengo un sofá cojonudo, pero es mejor mi colchón; yo tengo mucha suerte de que me deje hacerlo -repito que de momento- una noche tras otra junto a ella desde hace casi cuatro quinquenios ¿Como dijo Gardel? ¡Ah sí!: "... Que veinte años no es nada". La verdad es que no... no lo son.
Al final de eso se trata en uno de los juegos de la vida más apasionantes que hay, tratar de anochar siempre con la misma casada. Sí hombre... acaba teniendo su aquel, y si encima piensas en que le estas poniendo los cuernos a su marido -cada vez que haces con ella el uso de la coyunda y tal- eso ya es el acabóse, pero claro, para eso hay que estar muuuy jodido de los tiros, tan jodido como yo. Claro que con ser bipolar tienes bastante, en serio, te evitarás disgustos.
Piénsalo, sólo el que lo hizo lo sabe.
A seguir creciendo.
Al final esto ocurre si no pones atención.
Léete esto y verás lo bien que te vendrá ser bipolar.
Y su poquita de música.
Temazo de un maestro.